Rafa Fernández trabajaba como camionero cuando descubrió por Internet un sistema que «regeneraba las baterías». Convenció a sus jefes de que invirtieran con él y acabaron perdiendo dinero porque el sistema en cuestión no funcionaba. Esa fue su primera aventura empresarial. No parece el debut soñado, pero no se rindió y supo reenfocar su negocio para convertirlo en una idea de éxito.
Cuando sus jefes le ofrecieron volver al volante de su camión, se la jugó, convencido de que comprando baterías y vendiéndolas podía hacer negocio y así nació Cema Baterías. Con la crisis del coronavirus, lo pasó mal, pero tras el confinamiento su negocio tuvo un repunte: muchos de los vehículos, que habían estado parados varios meses, necesitaban batería nueva.